El crecimiento del autor
Afortunadamente, en la
fotografía, como en cualquier arte, no existen las recetas ni los atajos. No
obstante, desde Alma Natural trataremos de analizar en este artículo algunos
puntos que consideramos de vital importancia para cualquier autor que pretenda
crear una obra personal, sensible, profunda y sincera.
No podemos pretender empezar una
casa por el tejado. Antes de nada, necesitaremos contar con unos cimientos bien
estables para empezar a construir sobre ellos nuestra obra con total confianza.
Una pintora no podrá nunca plasmar en un lienzo sus sueños si no domina sus
pinceles y sus pigmentos, un pianista no podrá contagiarnos emoción con su
música si no domina su piano, una escritora no nos conmoverá al leerla si no
domina su léxico. Del mismo modo, como fotógrafos, deberemos lograr que nuestra
cámara sea una extensión más de nuestro cuerpo; deberemos dominar e
interiorizar la técnica y saber controlar, manipular y crear la luz con total
soltura. Nunca podremos expresarnos mediante la fotografía si nuestra cámara es
una barrera entre nosotros y lo que fotografiamos.
No obstante, una fotografía
correctamente enfocada, perfectamente expuesta y con un uso magnífico de la
luz, no será capaz de conmover a nadie si no cuenta con algún ingrediente más.
Después de dominar la técnica y la luz, deberemos empezar a preocuparnos por la
estética. Llegados a este punto, será importante que entendamos que para
seguir evolucionando como fotógrafos no bastará con seguir haciendo fotos. A
partir de aquí, el estudio será necesario. Los primeros aprendizajes que deberemos
afrontar serán sobre composición. En esta materia, y tras investigar en varios
sectores de la fotografía, no hemos encontrado un mejor método para iniciarse y
llegar a una muy buena base en el estudio de la composición que el que nos
ofrece nuestro compañero José Benito Ruíz. Este fotógrafo apasionado de la
pintura, ha logrado recopilar gran parte de los extraordinarios conocimientos
sobre la composición que han ido evolucionando generación tras generación a lo
largo de la historia del arte. Con todos estos conocimientos, e incluso con
algunos más, ampliados por él mismo, ha creado un magnífico programa formativo
culminado con su libro Composición en
fotografía: El lenguaje del arte; un compendio que nos ayudará a dominar la
sintaxis visual y todos los secretos de la composición para que nos podamos
expresar de forma correcta, pero sobre todo de forma libre: sin reglas ni
recetas rápidas.
Profundizar en la composición
será un gran paso en nuestra evolución, pero debemos tener presente que la estética
no es un fin, sino que es un medio para llegar al fin de la expresión personal.
Si lo que queremos es hacer fotografía de autor, deberemos entender que la
única forma de mejorar como fotógrafos será mejorando como personas. No haremos
fotografías más íntimas mientras no seamos personas más sensibles; no haremos
fotografías más personales mientras no seamos personas más plenas. La
fotografía de autor debe ser un acto introspectivo: una excusa para mirar en
nuestro interior, para comunicar nuestro mundo interno con nuestro mundo
externo. Pero, si nuestro interior no está muy enriquecido, como dijo la
filósofa Victoria Camps, no encontraremos nada.
Para ello, en Alma Natural
trabajamos especialmente en dos amplias vertientes: el crecimiento cultural y
el crecimiento espiritual.
Creemos que el
crecimiento cultural debe partir del conocimiento de la propia fotografía.
Todos nosotros nos dedicamos a la fotografía de naturaleza, pero debemos ser
conscientes de que podemos aprender tanto o más para aplicar a nuestra
fotografía de los grandes fotógrafos de calle, retratistas o documentalistas,
que de otros fotógrafos de naturaleza. Debemos abrirnos a otros círculos de la
fotografía, pues tenemos mucho en común y tenemos mucho más que
aprender de ellos de lo que nos podemos imaginar. Cuando se trata de desnudar
nuestra alma y plasmarlo en una fotografía, poco importa a lo que apunta
nuestra cámara. Por eso, debemos estudiar tanto la vida como la obra de los
grandes fotógrafos de la historia de la fotografía de cualquier disciplina, y
también conocer y relacionarnos con nuestros contemporáneos.
Del mismo modo, la fotografía
debe buscar sinergias con las distintas artes. Decía el poeta Joan Brossa que las
diferentes expresiones artísticas de una época (la pintura, la escultura, el
cine) son diferentes partes de una pirámide, en el punto más alto se juntan.
Una vez superado el escalón de la técnica y el de la estética, podemos ver que
hay muchas más cosas que nos unen a los fotógrafos con los poetas, los músicos
o los pintores, de las que nos separan. Y es que, en resumidas cuentas, el arte,
como bien dijo Edvard Munch, son los sentimientos más profundos. Igual que el
pan llena los estómagos vacíos, la cultura sacia las mentes vacuas. Nuestro
arte será tan excelso como elevada sea nuestra cultura.
Mas, para cualquier creador, tan
importante como el conocimiento exterior es el conocimiento interior. Aquí
entra lo que denominamos crecimiento espiritual. Esta espiritualidad puede
entenderse con un dios, pero también puede entenderse como algo ajeno a
cualquier religión. Cada uno es libre de trabajar su espiritualidad como
considere, pero creemos que crecer espiritualmente también hará crecer nuestra fotografía.
Según Pablo Neruda, "la poesía no es
una materia estática, sino una corriente fluida que muchas veces se escapa de
las manos del propio creador. Su materia prima está hecha de elementos que son
y al mismo tiempo no son, de cosas existentes e inexistentes”. De alguna
manera, el arte está formado por lo físico y también por lo metafísico; es
fruto de la reflexión y también de la meditación. La novela Siddartha, de
Hermann Hesse, puede ser un buen punto de partida para que un fotógrafo de
naturaleza entienda esa espiritualidad, en la que el mejor sacerdote es un
humilde barquero y el verdadero dios un modesto río.
El desarrollo espiritual es la única medicina capaz de curar la enfermedad más común entre los artistas: el ego. Para un colectivo en el que, a veces, tendemos a olvidar que de lo que se trata es de ver y no de ser vistos, valoramos a nuestros miembros en función de las medallas que llenan sus vitrinas y perseguimos más la fama que la paz interior, esta terapia será sin ninguna duda beneficiosa para nuestra persona y, consecuentemente, para nuestra obra.
Todo esto, que aquí tan rápido hemos escrito, nos llevará una gran parte de nuestras vidas. Pero esa es la mejor noticia: toda una vida creciendo como personas por el sendero sin fin de la fotografía. Aprovechemos el viaje, cojamos toda la fotografía, empapémonos de toda la cultura, alcancemos toda la espiritualidad y, de todo ello, extraigamos un diminuto fruto; que ese valioso fruto sea nuestra fotografía.